Cuando se encarga de la crónica del partido alguien que habitualmente no lo hace, el resultado de la misma no suele ser el habitual. En este caso, empezaré contando que el sábado 2 de abril, día señalado para el partido que enfrentaría a los Fuencarcas de Fuencarral con los Añejos de Hortaleza, amaneció fresco pero soleado, a diferencia del mismo jueves durante el que la lluvia “animó” el entrenamiento. En estos casos, la interpretación de esa mirada al cielo matutino en “día de partido” tiene dos bandos: los que se alegran de que la climatología sea benévola con nuestros achaques y los que pensamos que es mejor el agua, ya que la diferencia entre los “buenos” y nosotros (los torpes) se estrecha.
No es ningún secreto que los mensajes en el chat del equipo en un día de partido combinan el entusiasmo, las insinuaciones o llamadas directas a los indecisos a confirmar su asistencia (“no sobra nadie”, “vamos un poco justos de cambios”, “venga, por lo menos para dar 10 minutos de descanso a los compañeros” …) o de decepción de aquellos que por distintos motivos no pueden comparecer.
El goteo de jugadores que iban llegando al campo de Tres Olivos era seguido con un conteo mental por parte de entrenador y capitán, hasta llegar a superar el número mínimo. Mientras tanto, en el vestuario, caras que llegaban saludando sonrientes y se van tornando más serias y concentradas mientras se completa el ritual de vestirse y prepararse para el partido… protecciones, vendajes, aplicación de ungüentos… de fondo, un altavoz con rocanrol y el olor a Radiosalil… ES DÍA DE PARTIDO.
Los Añejos de Hortaleza juegan con la equipación negra habitual del Club; es el Día Mundial del Concienciación sobre el Autismo, de modo que los Fuencarcas decidimos sumarnos al mismo vistiendo nuestra equipación azul.
El encuentro se presentaba complicado, ya que la rivalidad con los Añejos está asentada (nos solemos enfrentar a ellos al menos una vez al año) y sabemos que son un equipo correoso y con una amplia plantilla, que aprovecha para rotar y mantener el nivel físico durante los partidos. Son gente fuerte, con tablas y que sabe jugar sus bazas.
En cambio, las filas Fuencarcas iban algo más justas, habiéndose confirmado sólo la presencia de 22 jugadores. En el calentamiento, el tamaño del grupo que trotaba, estiraba y realizaba ejercicios para adecuar hombros, cuellos y articulaciones, era muy diferente en cada zona de marca.
Mediado el calentamiento, el árbitro realizó el habitual repaso y recordatorio a las reglas de aplicación, nos advirtió de su gusto por permitir la continuidad del juego y la aplicación de la ventaja, salvo en casos de antijuego y nos animó a disfrutar del partido.
Durante la primera parte los Fuencarcas atacamos con el viento de cara, lo que dificultaba las patadas de reinicio de juego, los saques de touch y el juego a la mano, aunque no impidió que nos adelantásemos en el marcador en una rara excepción a la proverbial “caraja inicial” de los Fuencarcas.
El juego, que los Añejos concentraron en una delantera poderosa y aguerrida, resultó disputado y muy parejo durante una primera parte en la que poco después de la primera marca, los Añejos igualaron el marcador.
Los delanteros Fuencarcas se multiplicaban en el placaje y, pese a no contar con los segundas habituales, se desempeñaron con inusual eficacia en los saques de touch, que con un despliegue rápido desde el medio de melé hacia la línea de camisetas azules, en las que los centros tuvieron un día especialmente fructífero en la generación de juego y ocasiones.
La primera mitad concluyó con un tanteo de tres ensayos a uno a favor de los locales, y con los Fuencarcas pensando si no echarían de menos durante la segunda parte un par de ocasiones de marca malogradas a pocos palmos de la zona de marca de Hortaleza.
En la segunda parte, con el viento a favor, y tras un reajuste de estrategia durante el corro del descanso, los Fuencarcas cargaron el juego de ataque sobre los tres cuartos, poniendo en práctica los sistemas de juego ensayados una y otra vez en las sesiones de entrenamiento y a los que se sumaba fervorosamente en el apoyo nuestro medio de melé, que fueron dando resultado con varios ensayos más en el casillero Fuencarca.
El partido concluyó con victoria local y con el habitual intercambio de abrazos y el tradicional pasillo y la fotografía conjunta bajo palos.
Tras el paso por las duchas, tercer tiempo en la terraza del polideportivo de Santa Ana, con unos callos con garbanzos para calentar la caldera y unas cervezas (que no se calentaban aunque estuviesen un rato “olvidadas” encima de una mesa) para reponer líquidos y charlar un rato con compañeros y rivales, trasladándonos finalmente a nuestra sede, en la que los últimos Añejos pasaron un rato entretenido hasta ya entrado el domingo.
Para cerrar esta crónica, una cita literaria. En su libro “Madrid me mata”, Elvira Sastre abre uno de sus capítulos con la siguiente frase: “Debemos disfrutar lo que tenemos”.
Los Veteranos de Fuencarral y de Hortaleza tuvimos el sábado la ocasión de disfrutar de un sábado más de rugby. De disfrutar de los nervios de la previa, del ambiente del vestuario, de la energía y la tensión del juego y del sentimiento de hermandad del pasillo y el tercer tiempo. Y por suerte, pudimos cumplir con ese deber una vez más.
No se cómo lo veréis el resto, pero mi juvenil mente (en pugna con mi dolorido cuerpo de veterano) no puede esperar el momento de que lleguen el próximo entrenamiento y el próximo partido.
Nota: Habrá quien piense que la crónica no recoge los autores de los ensayos ni el marcador final del partido.
Y estará en lo cierto, aunque seguro que lo entenderá si recuerda que el rugby es un juego en el que el equipo está por encima del individuo y si desvelamos el mensaje que deseamos ver aparecer en el chat del grupo a la conclusión de los partidos: “Cero collarines, cero desfibriladores”.